Es algo personal. Así empezó todo. Mi historia no comenzó en una elegante oficina ni en un libro de texto: comenzó en un autobús escolar, a los trece años, hojeando revistas y buscando un milagro que curara mi acné quístico. Ese dolor —físico, emocional, profundamente arraigado— me acompañó durante la adolescencia y hasta mis treinta. Y aunque el mundo pueda llamarlo vanidad, yo sé de primera mano que la forma en que nos sentimos en nuestra piel puede moldearlo todo.

Esa experiencia no solo despertó mi pasión por el cuidado de la piel: construyó el fundamento de lo que sería mi trabajo de vida.

Durante años trabajé en el mundo corporativo: primero en medios, luego junto a cirujanos plásticos y dermatólogos de renombre mundial. Tenía éxito, era respetada y buena en lo que hacía. Pero por más lejos que avanzara en ese entorno, algo seguía tirando de mí. No podía dejar de pensar en esa versión más joven de mí misma: la chica con acné, la que solo quería respuestas, la que necesitaba que alguien realmente la viera.

Me di cuenta de que quería ser la ayuda que nunca tuve. Y eso significaba lanzarme por mi cuenta.

En 2017 dejé atrás la seguridad de una carrera corporativa para comenzar algo desde cero: un estudio que pusiera en el centro la sanación, la claridad y resultados reales. Desde entonces, he pasado más de dos décadas transformando pieles y reconstruyendo confianza como fundadora de The Skin Rejuvenator. Me especializo en tratamientos personalizados y no invasivos para acné, cicatrices, pigmentación y envejecimiento cutáneo, todo con base científica, compasión y un compromiso inquebrantable con la excelencia.